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La maquinaria del Estado omite, permite y perpetúa las desapariciones de defensoras y defensores de derechos humanos ¿algún día la detendremos?

Oficialmente ha pasado más de medio siglo desde que militares, policías y grupos paramilitares, mercenarios, contratados por el gobierno de Díaz Ordaz entraron a la Plaza de las Tres Culturas con la misión de encontrar y asesinar estudiantes universitarios, protestando el uso y abuso de violencia policíaca. Dos de octubre no se olvida, pero ¿qué se dice sobre las personas que siguen dando su vida por luchar por la justicia social? ¿cómo es posible que con la extraordinaria memoria que recuerda con día fecha y nombre uno de los peores actos de represión en la historia del país, se nos sea permisible olvidar tácitamente las personas que, sin aún vivir en el pasado, desaparecen de la memoria, el futuro y del presente? Nuestro presente. 

No permitamos que nuestra indomable memoria lo olvide: el informe del Comité contra la Tortura de las Naciones Unidas, publicado en marzo de este año declaró, hasta el cansancio, que el uso de tortura sistemática en el Estado mexicano no ha disminuído ni se ha solucionado acorde a los estándares internacionales a los que supuestamente pertenece, incluso, fallando en reportar la cantidad de casos denunciados -o cualquier tipo de información- por abuso de fuerzas policiacas o militares entre 2014 y 2017. Las desapariciones, como el resto de los crímenes, siguen sucediendo con absoluta impunidad. El índice que señala cómo no existe un Estado de derecho en el que se castiguen los ilícitos que azotan a la población han terminado por generar un pueblo ausente, un Comala de dimensiones tan espantosas que ni el propio Juan Rulfo podría habitar con todos los fantasmas de su imaginación. Comala se convirtió en un país entero, trágicamente, el suyo. 

Marcha en 2018 por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa (Archivo AsiLEGAL)

En realidad, es sencillo: el dos de octubre no se olvida porque seguimos viviendo en ese mismo día, cada día, cada asesinato, feminicidio, violación y desaparición.

En mayo de 2018 desaparecieron, presuntamente a manos de la policía federal, 23 personas en Tamaulipas ¿mayo no se olvida? En el total del año pasado, alrededor de 30 personas defensoras de derechos humanos y ambientales fueron asesinadas ¿2019 no se olvida? Durante el sexenio de Peña Nieto fueron asesinadas o desaparecidas más de 106 activistas y personas defensoras, ahora, ¿2012-2018 no se olvida? Desde el año 2000 y hasta la fecha se han asesinado a 135 periodistas, colocando al país como uno de los más peligrosos del planeta para ejercer la libertad de expresión ¿20 años que no se olvidan? No. Aquí nada se olvida porque desde hace unos catorce años nuestra memoria, por instinto de supervivencia, se obligó a dejar de existir. Como si el país entero fuera víctima de un estrés post-traumático tan profundo que simplemente, lejos de encarar los hechos, pretende que no existen, llegamos a un punto del que muy posiblemente sea imposible regresar. Porque como las más de 71,678 que salieron de sus casas entre 2006 y hoy dos de octubre -no se olvida-, para “desvanecerse”, no sabemos cuándo vamos a regresar a una nación (si en algún momento la hubo) en la que existir, luchar y trabajar por un futuro no sea el crimen capital que signifique el fin de la memoria.

Por Sergio Pérez Gavilán.

 

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Miguel Hernández
Coordinador de comunicación
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